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25 mar 2015

Cross Check

Photo by JA / Xinjiang Province, China / 2016
Hace mucho tiempo que perdí el poco miedo que tenía a volar. Simplemente desapareció sin avisar. Supongo que fue gracias al autoconvencimiento de que no sirve de nada temer a cosas que están totalmente fuera de nuestro control. Así que mi mente decidió un buen día tomarse al pie de la letra aquel famoso proverbio chino que dice algo así como: 'Si un problema no tiene solución, ¿para qué vas a preocuparte por él?'.

Y ese temor se esfumó por completo.

El caso es que los miedos, sean del tipo que sean, son involuntarios y difícilmente controlables. Aparecen y desaparecen como por arte de magia pero nunca se acaban de marchar del todo. A veces se quedan agazapados en algún rincón y deciden tomarse un descanso que con un poco de suerte, puede durar toda la vida. Nosotros poco podemos hacer para mantenerlos calmados salvo no perturbar demasiado su retiro. Porque esa es la única opción que nos queda: intentar que permanezcan dormidos durante el mayor tiempo posible.

El problema es que tienen el sueño muy ligero.


En los últimos 12 meses hemos asistido incrédulos a 5 catástrofes aéreas que han dejado la escalofriante cifra de 700 personas fallecidas. Y con este tipo de noticias los miedos comienzan a despertarse lentamente de esos sueños que parecían eternos.

Dicen las estadísticas que la probabilidad de morir en un accidente de coche es cien veces superior a la de hacerlo en un vuelo comercial. Pero si uno se para a pensar y echa cuentas, resulta que comprueba con asombro cómo durante los pasados cinco años ha cogido u
n número de vuelos que supera con creces al número de viajes que ha hecho por carretera. Sin contar los taxis o los típicos desplazamientos cortos en coche, podría asegurar sin lugar a dudas que prácticamente no he viajado apenas en este medio de transporte en los últimos años, mientras que por otro lado he perdido la cuenta de todos los aviones en los que he embarcado.


Así que de vez en cuando toca bajar la voz y seguir siendo sigilosos.


Toca esforzarse para procurar hacer el menor ruido posible y dejar que los temores sigan durmiendo como hasta ahora, sumidos en un apacible sueño que nos permita seguir viviendo sin que nos suden las manos, sin que se nos dilaten las pupilas ni se nos acelere descontroladamente el corazón cada vez que escuchamos por megafonía aquello de:


'Tripulación de cabina, armamos rampas y cross check'

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