Hace unos días un buen amigo nos envió un mail en el que realizaba una reflexión sobre los riesgos. Nos hablaba de la existencia generalizada dentro de las clases medias occidentales, de una actitud de no asumir ningún riesgo. Una clase media que se alimenta de prejuicios y de mala prensa. Una sociedad que se carga de excusas para quedarse quieta y no desviarse en exceso del cómodo camino que han creado artificialmente para ellos. La conclusión era que, como ya hemos dicho en este blog alguna que otra vez, vivimos dentro de una sociedad condescendiente, autómata y conformista, compuesta por individuos que han asumido desde hace tiempo su papel de robots, bufones y esclavos dentro de una pirámide jerárquica impuesta por organismos e instituciones que se aprovechan sin dudarlo de sus inmovilismos y de sus inacciones. No piensan que la base de la pirámide es la única capaz de desestabilizar a toda la estructura, así que convierten la no actuación en la base diaria de sus quehaceres, con el objetivo de evitar que el sistema en el que viven (del que nunca serán nada más que esclavos y siervos) se desmorone sobre sus cabezas.
Sólo los peces muertos nadan a favor de la corriente. Y esto no significa tener que ir en contra de la mayoría por una cuestión simplista de llamar la atención o ser diferentes, sino más bien por una convicción interna, honesta y real de que quizá únicamente se puedan dar ciertos pasos importantes en la vida asumiendo algunos riesgos. El problema es que desde pequeños, nuestra educación ha sido exactamente la contraria. Nos educaron para buscar una cómoda estabilidad propiciada por seguir el camino predefinido. Vivimos en sociedades que premian las vidas que siguen el curso de lo establecido.
Sólo los peces muertos nadan a favor de la corriente. Y esto no significa tener que ir en contra de la mayoría por una cuestión simplista de llamar la atención o ser diferentes, sino más bien por una convicción interna, honesta y real de que quizá únicamente se puedan dar ciertos pasos importantes en la vida asumiendo algunos riesgos. El problema es que desde pequeños, nuestra educación ha sido exactamente la contraria. Nos educaron para buscar una cómoda estabilidad propiciada por seguir el camino predefinido. Vivimos en sociedades que premian las vidas que siguen el curso de lo establecido.